miércoles, 13 de abril de 2016

LA CRISIS

Cuando Lázaro Cárdenas loma posesión como Presidente de México en diciembre de 1934, la economía está en la etapa ascendente del ciclo económico, después de los años más difíciles de la gran depresión. La crisis de Wall Street que se inicia en octubre de 1929 se difunde al resto del mundo con rapidez, mediante la contracción económica de los Estados Unidos y la depresión de los precios de bienes agropecuarios y materias primas. El mecanismo de trasmisión de la crisis hacia México se expresa primero como una fuerte reducción de la demanda y de los precios de las exportaciones mexicanas. Entre 1929 y 1932 el valor de las exportaciones expresado en dólares se redujo 23% en promedio anual, mientras que su poder de compra" disminuyó 16% anualmente durante el mismo periodo


                                                                       929-1932               1932-1936
PIB real                                                                   -6.3                       8.3
Valor agregado industrial"                                     -10.5                     17.1
Poder de compra de exportaciones                      -22.8                     16.1
Oferta monetaria real                                            -13.8                     10.2
Gasto público real                                                   -3.1                     12.6
Ingreso público real                                                -7.9                      11.1


A su vez, la contracción externa trajo consigo la reducción del superávit comercial y, por tanto, la disminución de las reservas internacionales del país, que disminuyeron 53% entre 1929 y 1931, año en que el país abandonó el patrón oro. Naturalmente, al disminuir la base monetaria también se contrajo la cantidad de dinero en circulación, con el efecto negativo correspondiente en la demanda agregada. Finalmente, la crisis del sector externo tuvo otra grave consecuencia: los ingresos fiscales también se redujeron de manera significativa, debido a que éstos dependían en casi la mitad de los impuestos generados por las transacciones con el exterior. Los impuestos totales se redujeron 18% en términos nominales entre 1929 y 1931 y 7.9% real en promedio anual de 1929 a 1932. Ello contrajo simultáneamente los egresos, -3.1% en promedio anual en términos reales, pues el gobierno no tenía posibilidades de ejercer un déficit. Naturalmente, el efecto en la demanda agregada fue también contraccionista. El único factor que trabajó en sentido contrario fue la depreciación del tipo de cambio, pesos de plata por dólar, que comenzó a ocurrir con cierta fuerza desde 1929 hasta noviembre de 1933, cuando el gobierno logró fijarlo después de una depreciación nominal de 67% y una depreciación real de 25% en ese periodo. Es natural, entonces, que el producto interno bruto disminuyera drásticamente como consecuencia de la crisis externa. Entre 1929 y 1932, el producto real del país disminuyó 6.3% en promedio anual, situándose 21% por debajo del nivel de 1928. El sector industrial sufrió aún más el golpe de la crisis, pues su valor agregado real disminuyó 10.5% en promedio anual entre 1929 y 1932.

La recuperación del sector externo impulsó la demanda agregada revirtiendo los factores externos que habían causado la crisis de la gran depresión. En realidad, los términos de intercambio aumentaron 11.5% en promedio anual a partir de 1931 y hasta 1934, cuando iniciaron un descenso gradual permaneciendo por debajo de su nivel de 1929 durante el resto de la década. Ello, aunado a una política fiscal moderadamente deficitaria y a la política monetaria expansionista antes mencionada, generaron un crecimiento acelerado del producto. Entre 1934 y 1937 el PIB real aumentó 20%, mientras que el valor agregado industrial creció aún más rápidamente. De hecho, el proceso de sustitución de importaciones convirtió al sector industrial en el motor de la economía durante la década de los treinta, por primera vez en la historia del país. Esta expansión económica comenzó a ejercer una presión creciente en la balanza de pagos, por lo que en 1937 las exportaciones sólo fueron superiores a las importaciones en 45%, mientras que solamente dos años antes esa cifra había sido 85%, por lo que se observaba un superávit 23% mayor en 1935 que en 1937. Este delerioro, aunado a la recesión estadunidense de 1937, puso fin a la expansión a principios de 1938, al ocurrir una crisis en la balanza de pagos y la consecuente devaluación del peso, que coincidió con la expropiación de la industria petrolera. El origen de esta crisis fue desde 1946, cuando afirmó que el exceso de crédito del Banco de México al gobierno federal en los meses previos' había debilitado la posición del peso mexicano y propiciado la devaluación en marzo de 1938. Esta aseveración, a su vez, implicaría que el exceso de crédito interno habría financiado el déficit fiscal. Sin duda, su apreciación es correcta pues, en efecto, durante 1937 el Banco de México otorgó crédito al gobierno federal por 89.3 millones de pesos en exceso del límite legal, lo que entonces equivalía a 18% de la base monetaria. Sin embargo, realmente el proceso inflacionario se había iniciado desde antes, de modo que de 1935 a 1937 el costo de la vida en México relativo al de Estados Unidos había crecido 16.5% y un año después llegó a 36%, lo que rápidamente sobrevaluó el tipo de cambio. Tomando 1933 como año base, el tipo de cambio real prácticamente estaba en su mismo nivel en marzo de 1937. Sin embargo, a partir de entonces se inició un proceso de sobrevaluación del tipo de cambio que alcanzó el 21.9% para marzo de 1938, mes en que se realizó la depreciación del peso La sobrevaluación y el apoyo del presidente Cárdenas a los sindicatos y a otras políticas reformistas suscitaron cambio de pesos por dólares y fugas de capital. Hubo retiro de fondos bancarios, algunos de los cuales se cambiaron por dólares. Los saldos de las cuentas de cheques se redujeron 30% entre junio de 1937 y marzo de 1938 y la reserva del Banco de México también se vio fuertemente mermada, pues cayó 56.3% entre diciembre de 1937 y diciembre de 1938 Naturalmente, la sobrevaluación del peso desalentaba las exportaciones y promovía las importaciones lo que, junto con el retiro de fondos del sistema bancario y por consiguiente la reducción de la reserva del Banco de México, debilitó mucho la balanza de pagos desde mediados de 1937 y durante el primer semestre de 1938. La recesión estadunidense de 1937-1938 también contribuyó significativamente al debilitamiento del peso. El PNB de Estados Unidos descendió 5.1% en 1938 mientras que el valor de las exportaciones mexicanas valuadas en dólares empezó a desacelerarse desde los últimos meses de 1937, cayendo 56.5% entre julio de ese año y mayo de 1938. A su vez, los términos de intercambio también sufrieron un fuerte deterioro en 1938, 23.5%, que es una reducción anual aún más aguda que la experimentada durante la gran depresión. Debido a la drástica reducción de las importaciones de mercancías, a lo que contribuyó un impuesto especial a las importaciones decretado el primero de enero de 1938, aunque fue pequeño en monto, el superávit comercial apenas disminuyó en poco menos de 1.5%. Es decir, la contracción de las exportaciones fue contrarrestada con una disminución equivalente de las importaciones. No obstante, el poder de compra de las exportaciones se redujo 22.2% en 1938 El deterioro de la balanza de pagos significó una reducción de 58 millones de dólares en la reserva internacional entre febrero de 1937 y febrero de 1938, llegando a un nivel de sólo 30.3 millones de dólares. Cuando el gobierno nacionalizó la industria petrolera el 18 de marzo decidió también dejar flotar el tipo de cambio, que se depreció inmediatamente de 3.60 pesos por dólar a 4.29 un mes después y 4.95 en julio de ese año, cuando prácticamente se estabilizó. El efecto externo fue significativo, y de hecho más severo que la misma gran depresión, pero el gobierno logró contrarrestarlo con efectividad. De hecho, el producto interno disminuyó su ritmo de crecimiento, de más de 6% en los tres años previos en promedio a sólo 1.6% en 1938. Más aún, la recuperación de la economía fue rápida, en parte por la misma recuperación de la economía estadunidense, que creció 8.6% en 1939, y por las políticas fiscal y monetaria expansionistas que llevó a cabo el gobierno.'" Para 1939 la economía se estabilizó, la balanza de pagos recuperó una posición relativamente estable, y volvió a crecer de manera rápida. En verdad, si bien el golpe de la crisis fue severo, su corta duración y la efectividad de la política hizo posible que la recuperación fuera casi inmediata. La incertidumbre que acompañó al cambio de gobierno en 1940, aunada a la situación incierta por el inicio de las hostilidades de la segunda Guerra Mundial en Europa, marcó el último año del gobierno cardenista.

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